lunes, 9 de febrero de 2015

ELLA, ÉL Y LA LLANURA VERDE

Por: Facundo Ronchel
Twitter: @Facundo_Ronchel

Ella lo escuchó atentamente, cada palabra, cada susurro. Luego, en un acto casi involuntario, cerró los ojos y derramó todas las lágrimas que pudo. Entendió que ese día se terminaron las caricias, se terminaron los besos... Se terminó el amor.

Generalmente, cuando pasan cosas dramáticas, buscamos recordar viejos momentos, de esos donde estaba todo bien. Y esta no fue la excepción. Ella, aún con los ojos cerrados, intentó recordar, uno por uno, los momentos de mayor felicidad. Todo había empezado hace exactamente 19 años. 19 hermosos años. Con idas y vueltas, claro, como todo amor. "10 de noviembre de 1996", se dijo a sí misma. Imposible olvidar esa fecha. Hasta ese día, ella había recibido tantos maltratos como cualquiera de sus amigas. El amor todavía no había golpeado la puerta de una dama tan bella como particular: a ella le gusta que la traten bien. Su príncipe azul debía ser un romántico, un tierno. De esos que, dicen, hoy ya no se consiguen.

Y entendió que aquel 10 de noviembre de 1996 se enamoró por completo. Prometió que esta vez no iba a dejar escapar a aquel hombre que la acariciaba tanto como ella se merecía. Siguió recordando... Ese día se acariciaron mutuamente, él la llevó a pasear por toda una llanura verde. Porque el verde da libertad. El verde es un color que, al menos a ella, le da cierta paz, cierta alegría. Ella, su amor y una llanura verde. No podía pedir nada más. Quería pasar el resto de su vida de esa manera.

Los ojos se le siguieron humedeciendo mientras recordaba. Hoy, 19 años después, no entiende cómo su amor se pudo alejar de esta manera. No lo comprende. No lo comparte. Ni, mucho menos, lo acepta.

El reloj marca las 20:29 horas del 25 de enero de 2015. Una noche espléndida casi en cualquier punto de la República Argentina. Pleno verano. Momento ideal para salir a pasear por espacios verdes. Pero aquel que mejor saca a pasear a su amor anuncia que no lo hará nunca más. Ella, frente al televisor, derrama lágrimas de dolor, de tristeza y, seguramente, de bronca. Ella no lo sabe, pero no es la única.

Él siente ese dolor ajeno. Lo percibe en los ojos de quienes se ubican atrás de cámara. Nunca sabremos si comprende la dimensión de lo que significó su amor. Fue un "click" en cada ser humano que trataba mal a su enamorada, que intentaba, con poco, conquistar esa belleza inmaculada que simplemente quería pasear por una llanura verde. Esas personas entendieron que no había que demostrar poco, sino todo lo contrario. Dando todo, él se llevó el premio que todos querían: el amor de la dama.

Ella sigue llorando. Con el pasar de los minutos, el llanto se vuelve cada vez más fuerte, cada vez más doloroso de observar. Entiende que nunca jamás alguien podrá acariciarla con el mismo sentimiento que lo hacía él. Ellos se entendían a la perfección, eran un dúo digno de ver, una combinación letal. Un amor sorprendente.

23 horas dice ahora el reloj. La televisión, apagada, solamente la refleja en su pantalla negra con un pañuelo en la mano. Cierra los ojos y se acuerda cuando en el año 2000 la llevó a esa llanura verde a pasear. Se acuerda que pasó por debajo de un puente y escuchó un grito ensordecedor que la hizo poner colorada. Intenta recordar la fecha exacta... "24 de mayo, claro", dice en voz alta. "24 de mayo de 2000, imposible olvidarme".

Se levanta a servirse un poco de agua. La necesita luego de tanto llanto. Cuando llega a la cocina, se acuerda de algo que pasó ese mismo año 2000. Fue por noviembre, recuerda. Ese día le pegaron mucho a su enamorado, por eso también se le viene a la mente ese momento. Pero cree que ese día fue el día que mejor la pasó en un campo. Aunque no fue en su llanura preferida, sino mucho más lejos. Él la llevó a pasear por Tokio. Sí, a Japón. Lejos. Pero eso lograba su amor: hacerlo viajar por todo el mundo mostrándole a todos cuánto se amaban.

Vuelve al sillón que está ubicado frente a la televisión. Ya no llora. Ahora su rostro contiene una sonrisa dulce, de esas que recuerdan cosas lindas. Se acuerda del gran año 2001 que pasó con él y también de haber viajado a Europa un par de años a partir del 2002. Primero a Barcelona, después a Villarreal. En el primero lo pasaron hermoso, recuerda, pero no le gustaron ciertas cosas del lugar y se mudaron a Villarreal. Allí todo fue perfecto: la gente los amaba y ella no paraba de pasear por llanuras hermosas. En el 2006 viajó a Alemania y bailó danzas hermosas hasta que tuvo que volverse. No entendió por qué algunas personas criticaban a su enamorado, pero decidió no darle importancia.

Sin embargo, extrañaba su jardín. Su patio. Su parque. Su casa. Extrañaba tanto que decidieron volver juntos en 2007. Y conquistaron América. Ahora a ella se le escapa una pequeña lágrima. Pero es diferente a las anteriores. Es una lágrima de melancolía y de emoción. Lo recuerda a él muy lastimado, con el tobillo a la miseria, pero decidiendo ir a bailar para demostrarle que la amaba. Lo recuerda acariciándola mientras once brasileros no entienden qué está pasando, ni en Argentina ni en Brasil. Lo recuerda... Lo recuerda a él todo el tiempo. Con su sonrisa que pocos veían. Porque sonreía para sí mismo y para ella.

"2008 fue otro año exitoso y lindo", piensa. Fueron a China. Sí, a China, cerca de Japón. Esos lugares le sientan bien a ambos. Y ni bien volvieron al país siguieron demostrándoles a todos el amor que se tenían. "2009 y 2010 estuvo repleto de discusiones y lesiones, son feos momentos", intenta esquivar ella mientras toma un sorbo de agua y se suena la nariz. "Pero 2011 fue hermoso", dice y se ríe mientras lo recuerda bailando al compás de la gente que hacía sonar su propia música.

"2012... Ay, 2012... ¡Qué feo fue!", dice ella sin llorar pero con una cara que habla por sí sola. "No fue el fin del mundo como pronosticaban algunos, pero para mí fue el fin del amor... Al menos por un tiempo". De julio a diciembre estuvieron distanciados. Él se sentía vacío, no tenía más amor para darle a ella. Ella se enojó y no quería verlo nunca más. En esos meses entendieron que su distancia no impedía que se sigan amando, y por eso volvieron a estar juntos en 2013.

Ella empezó a sentir cada salida como una despedida. Lo disfrutaba mucho, porque veía que en cualquier momento la relación se rompía. Había gente que impedía que estén juntos. Como en todo amor, como en toda novela, como en toda historia. Siempre hay hombres malos que no les gusta el amor. Su última salida en el lugar que más le gustaba la recuerda con mucho cariño. Ese día él, sin siquiera tocarla, la hizo atravesar otro túnel, demostrándole el amor que tenía por ella. Acariciándola, la hizo recorrer todo el campo verde. Ese campo verde tan hermoso donde más le gustaba a los dos pasear.

Después de ese día, pasearon por otro campito. Más chiquito, en La Paternal, pero no por eso menos lindo. Lograron el objetivo: hacer sonreír a todos los presentes. Ahora, ella sigue sonriendo. No puede ocultar esa alegría que le da recordar viejos momentos.

Es posible que ellos nunca más paseen por una llanura verde, es verdad. Pero el amor que se tienen jamás dejará de latir. Ella y él. La pelota y Juan Román Riquelme. Un ejemplo de verdadero amor.