miércoles, 13 de julio de 2016

¿Una ficción puede definir el contexto socio-político actual?

¿Puede algo tan simple como una ficción definir una situación tan compleja como la socio-política actual? Esa pregunta me hice el día que comenzó "La Leona", en plena revolución de la alegría en la Argentina tras la asunción de Mauricio Macri como Presidente. Con muchas dudas, encaré y me dispuse a verla con una sola certeza: ya estaba totalmente grabada. Es decir, no iban a acortarla si el rating no acompañaba o estirarla si sucedía lo contrario. Además, y no es un dato menor, fue grabada en un contexto totalmente diferente al actual, con otra presidencia y otras decisiones desde el Poder Ejecutivo (o empresariado, pero eso es otra historia).

La cooperativa y su método de lucha
Las producciones nacionales siempre me llamaron la atención. Será que las "latas" extranjeras no son para mí. En fin, como dije anteriormente: me senté en el sillón a intentar despejar mi primera pregunta, la que reflejo en la primera oración de este texto.

Me aburren las historias que sólo tienen enredos de romance y, conociendo a la televisión argentina y cómo gira todo en torno del fatídico "minuto a minuto", supuse que la historia se centraría en Nancy Dupláa y Pablo Echarri, la pareja protagonista. No. Me equivoqué. La historia, gracias a sus autores, se centró en la lucha que hoy, un año después de las grabaciones, estamos llevando a cabo quienes resistimos un gobierno anti popular.

Con actuaciones brillantes y diálogos perfectos, la ficción fue ganando terreno en el aspecto que yo buscaba. La batalla cultural seguramente sea dura, querido amigo. Todo no se puede con 100 medios de comunicación en contra y más de mil repetidoras. Se necesitarán más autores con (disculpe el exabrupto) muchos huevos para poder lograr lo que logró esta tira, que despertó a algunos desprevenidos sobre lo que ocurrió alguna vez, está ocurriendo ahora y va a ocurrir en un futuro. Vale la pena reconocer el trabajo en nombres propios como Pablo Lago, Susana Cardozo, Gabriel Patolsky y una lista larga de etcéteras.
Una consigna, un mensaje

Fábrica tomada, trabajadores en huelga reclamando salarios dignos y aguinaldos atrasados, vecinos apoyando el sostén más importante del barrio. Una lucha incansable para poder formar la famosa cooperativa, la que hoy los trabajadores de Tiempo Argentino lograron tras el vaciamiento de Sergio Szpolski y Matías Garfunkel, aunque el Presidente se empecine en calificarlos como "usurpadores".

Un millonario que fuga capitales al extranjero, que evade impuestos y tiene de su lado a los medios de comunicación, un gremio sindical en contra de la cooperativa... Demasiados detalles actuales como para entender una realidad que nos sacudió de un cachetazo en un abrir y cerrar de ojos.

La musicalización (Federico Martínez y Gustavo Marra), para colmo, encajó a la perfección: Mercedes Sosa, Joan Manuel Serrat, Dyango y tantos otros pasaron por cada capítulo sin desentonar y acompañando la escena. El magistral recuerdo de "Nazareno Cruz y el lobo", la fantástica historia de Leonardo Favio...

Cada pieza formó un rompecabezas gigante que permitió a los de acá, a los que resistimos, entender que no estamos solos. Que la lucha será larga, dura, despareja, pero que estamos de pie.

Y sí. Algo tan simple como una ficción pudo definir una situación tan compleja como la socio-política actual. Entre tantos programas vacíos de contenido, lo que se valora acá es que justamente se haya buscado esto que generó. Y hasta lo superó. Usted siga comprando latitas, yo me quedo con lo nacional y popular.


ACLARACIÓN: Nota escrita antes del último capítulo.

domingo, 17 de abril de 2016

Ella, él y el 624

"Está saliendo el sol, que es sin duda mi Dios". La música del Pity Álvarez suena a todo lo que da en su casa, mientras ella termina de lavar los platos. Él, recostado en el sillón con las piernas sobre una silla, escarba entre sus dientes restos de la carne al horno que acaban de comer. La tele, en mute, pasa casi desapercibida. Casi.
Está sintonizado el canal 624, el canal que ella odia. Mejor dicho, ella odia todos los canales que están entre el 620 y 630 de la grilla HD. Cuando hace zapping al lado de él, intenta esquivar esos canales deportivos. Sabe que, de frenar en uno de ellos, oirá su voz: "A ver, dejame ver cómo va ese partido". También sabe que no interesa por qué competencia jueguen, si la Champions o el ascenso de Indonesia.

Ella ya terminó de lavar los platos y, cerca de él, se acuesta para disfrutar lo que queda del domingo. Ella sabe muchas cosas: entre otras, que mañana se levantará a las 5:30 para hacerle unos mates antes de verlo salir por la puerta de su casa. También sabe que volverá a las 20, listo para bañarse, cenar y dormir. Y así serán los cuatro días restantes de la semana.

Cuando se acostó, pensó que disfrutarían juntos del Pity Álvarez, que luego vendrían canciones de Andrés Calamaro y, así, la tarde iría transcurriendo bastante rápido. Pero no. Él alteró los planes que ella imaginaba. Silenció al Pity y subió el volumen del canal 624, donde 22 jugadores disputaban una pelota. O, mejor dicho, donde 11 jugadores intentaban sacarle la pelota a otros 11 de azul y rojo.

"Dale, poné al Pity", se escuchó decir de sus labios. Él sonrió. Sabe que ella no entiende lo que está pasando.
"No, amor, esta música me gusta más", fue su respuesta, con la sonrisa aún sin borrarse de su rostro. Ella no entendía, pero optó por callarse y ver a su marido disfrutar.

En ese momento, un hombre bajito y chiquito, parecido a una pulga, vestido de azul y rojo, gambeteó a cuatro rivales casi sin moverse, quebró su cintura y abrió la cancha para dársela a un tipo que tiene la misma pinta que un oficinista del microcentro porteño. Él la miró y le dijo "¿Ves? Esta música me gusta más". Ella seguía sin entender.

Unos minutos después, el canal 624 transmitió lo que él esperaba: el hombre bajito gambeteó a otros tres, esquivó a un cuarto y pinchó la pelota sobre el arquero rival. Golazo. Ella lo miró y notó sus ojos vidriosos.

Ahí entendió todo. En el rostro de su esposo ya no se veía la cara de preocupación por los sueldos atrasados, por la tarjeta sin pagar y por los aumentos en las tarifas. Ella entendió que Messi, Iniesta y nueve jugadores más vestidos de azul y rojo eran la mejor música posible para un fin de semana de descanso.

A partir de entonces, ella lo acompañó en sus tardes musicales. A partir de ese momento, no salteó nunca más el 624.